El viento sopla con fuerza en esta zona de Villa María del triunfo, las flores secas y el polvo se elevan hacia las miles de personas que con frecuencia asisten al cementerio Nueva Esperanza para ir al encuentro de sus seres queridos que yacen en este recinto.
La distancia no es impedimento para los familiares, pues el cariño que sienten los motiva a caminar hacia la cima de los cerros y pasar por los caminos serpenteados donde fueron ubicadas las lápidas de sus seres queridos.
El Cementerio Municipal Nueva Esperanza se levanta en Villa María del Triunfo sobre sesenta hectáreas inabarcables a la vista. Tiene fama de ser el segundo cementerio más grande del mundo. Se formó de manera clandestina durante la década del sesenta y desde entonces se ha convertido en un importante espacio social para las familias provenientes de de los departamentos más pobres del Perú.
Este campo santo rompe con el esquema urbano limeño. Las lápidas se dividen por pabellones de acuerdo a la edad y al lugar de nacimiento, en otros casos es necesario ubicar las lápidas en las faldas de los cerros.
Al ingresar al cementerio se puede percibir el encuentro de muchos sentimientos: tristeza, pena, nostalgia y alegría. En este lugar el arpa derrama notas muy melancólicas y la cerveza juega un papel importante en los visitantes, haciendo olvidar las penas y menguando el dolor que provoca el recuerdo de sus seres añorados.
Con bombos y platillos, algunas personas despiden a sus familiares, entonando cánticos que traen a su memoria los recuerdos que en vida fueron. A los visitantes no les importa el terreno accidentado por el que deben pasar ni el polvo que lo cubre todo, tampoco el viento. El consuelo de permanecer unas horas con sus difuntos es el alimento que los lleva a no desistir.
El cementerio más bello del país está en Nueva Esperanza, con sus tumbas ubicadas en una quebrada como andenes y sus fiestas costumbristas, con su cerveza y sus bandas folclóricas' así lo remarcó el antropólogo Matos Mar.
Aquí, por momentos todo es color tierra. Pero la claridad nos muestra un panorama sorprendente en la que se puede avizorar las figuras interminables de las tumbas. Están presentes en cada rincón del cementerio, en los llanos y en las faldas de los cerros. Cualquier espacio libre sirve para enterrar a alguien. Pero hay que tener suerte para hallar un lugar cerca de la entrada, pues de lo contrario les espera a los dolientes una larga caminata de hasta media hora para llegar a "la última morada" y poder hallar a su ser apreciado descansando.
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